martes, 22 de marzo de 2011

CONFESIONES DE UNA MAESTRA ESPIRITUAL, SARAH BIERMANN


Confesiones de una Maestra Espiritual
 
Gracias a Dios(Diosa)
Que No Tengo Que Ser Perfecta
Por Sarah Biermann
 Marzo, 2011
 
Traducido por Maribel González  
 
No se necesita la perfección (hacer lo apropiado) para ser un Maestro Espiritual. En realidad, se necesita la imperfección. La imperfección abre el camino para la conexión y la seguridad, que son absolutamente necesarias para un Maestro (más sobre más adelante).
 
·         Si tuviera que ser perfecta, probablemente no estaría escribiendo esto y tú no estarías leyendo este artículo.
·         Si tuviera que ser perfecta nunca estaría haciendo el trabajo que amo tanto.
·         Si tuviera que ser perfecta, mis hijos (probablemente) no serían las personas felices, exitosas y maravillosamente asombrosas que son (al menos aún no).
·         Si tuviera que ser perfecta, no estaría disfrutando de mi vida a pesar de los retos y las imperfecciones.
 
Una de las cosas que me encanta del trabajo que hago es ayudar a otros a entrar en su trabajo espiritual, a comenzar a ser los Maestros Espirituales que vinieron aquí a ser, a hacer el “trabajo” con el que siempre han soñado. Esto no significa que todo el mundo va a estar haciendo ayuda sicológica, sanación o enseñanza de una manera estructurada. Pero todos queremos participar en el Juego Terrestre y expresar nuestros dones.
 
Si simplemente estás “haciendo un trabajo” y no lo haces muy bien o correctamente o no obtienes reconocimiento por tu trabajo, entonces no es gran cosa. Eso no quiere decir que no se sienta mal el no ser reconocido o no ser recompensado por tus esfuerzos, pero si “tan sólo es un trabajo” entonces no va directo e inmediatamente a lo fundamental. Sin embargo, si estás haciendo tu “trabajo espiritual”, si eres lo suficientemente valiente como para exponer tu corazón y compartir tus auténticos dones con el mundo y entonces no eres reconocido y apreciado, si fracasas…Oh Dios mío, ¡eso sería devastador!
 
Se necesita de mucho valor para estar dispuesto a compartir tus dones y correr el riesgo de que (de nuevo) nadie vaya a entenderlo, nadie vaya a apreciarlo y/o serás horriblemente juzgado y fracasarás. Si eso ocurriera, sería terrible. Sé que has tenido experiencias en el pasado (esta vida y otras) como esta. Lo más probable es que no encajaste con tu familia o en la escuela, y ni que decir de cualquier situación religiosa. Simplemente no te entendieron. Simplemente no te vieron. Surge así la herida principal de la separación y la vergüenza.
 
Sé mucho sobre la vergüenza. Viví los primeros veinticinco años de mi vida en la vergüenza y me tomó muchos, muchos años de trabajo emocional profundo para liberarme de ello. La vergüenza sigue sacando su horrible cabeza en mi vida. Y eso nos lleva a las confesiones y a las imperfecciones.
 
Hace siete años, estaba infelizmente casada con un sicólogo, haciendo mi mejor esfuerzo por ser una “buena madre” (que era mi Palabra Sagrada) a pesar del matrimonio miserable del que desesperadamente quería salir. Uno de nuestros problemas era el dinero. No tenía y tras haber pasado trece años siendo una mamá y ama de casa, mis perspectivas de conseguir un empleo bien remunerado que me mantuviera a mí y a mis eran escasas. En ese momento mis hijos todavía estaban pequeños; doce, diez y cinco años y no quería dejar de criarlos para trabajar en un empleo de nueve a cinco. Simplemente no podía hacerlo de nuevo. ¡Sería una tortura! Sabía que era el momento de empezar a hacer mi trabajo espiritual, de ser la facilitadora y maestra intuitiva que había soñado durante tantos años.
 
Finalmente, fue el momento adecuado, me llené de valentía y solicité el divorcio. Me convencí  de que ya que estaba siguiendo el camino espiritual correcto, entonces las cosas fluirían fácilmente. ¡Qué equivocada estaba! Antes de que el flujo pudiera empezar, tenía que enfrentarme a mis temores, algo crudamente y justo en mi cara. ¡Lo adivinaste…. la vergüenza!
 
Mi esposo y yo habíamos gastado toda mi herencia; remodelando la casa (extraño taaantoo esa cocina) y mi esposo acababa de comprar (otra) nueva bicicleta costosa y (otra) guitarra nueva, y, por supuesto, pintar su Ferrari (¡sí Ferrari!) de nuevo. Ah, y gastó cerca de $1000 por mes en cinco diferente veterinarios y otros sanadores tratando de mantener vivo a su pastor alemán de catorce años de edad. Mientras tanto, yo estaba haciendo todo lo que podía para economizar mientras él salía a almorzar todos los días. Sí, me estoy sumergiendo en la víctima aquí un poco, pero sí te dije que no soy perfecta.
 
De todos modos, estaba sin dinero y él no ganaba lo suficiente trabajando para el distrito escolar para mantenernos. Entonces él obtuvo su herencia, como medio millón de dólares e inmediatamente me hizo saber que no me iba a dar nada y “despilfarrarla como lo hiciste con tu herencia.”
 
El divorcio fue largo y feo. Mi esposo se esforzó en tratar de destruirme. Le dijo a todo el mundo en las escuelas (y es un sicólogo escolar en nuestro distrito) que yo estaba loca y que no dejaran a sus hijos ir a mi casa. No podía entender por qué las mamás me estaban evitando hasta que una mujer dijo, “Ahora que te conozco un poco, tienes que saber lo que ha estado pasando todos los días después de las clases cuando tu esposo recoge a tu hija.”  Todavía me acuerdo de esa descarga de vergüenza que pasó por mi cuerpo cuando me contó lo que él les había estado diciendo. Toda nuestra ropa sucia había sido repetidamente ventilada, con su versión única me mostraba como la loca perdedora que no podía tomar una decisión sin llamar a un síquico para que me dijera qué hacer (lo que no era cierto, por cierto).
 
Acabamos en una evaluación sicológica orden judicial de en la que tuve que defenderme sobre todo tipo de cosas, incluyendo mi interés en cosas espirituales como personas que canalizan Seres desencarnados. La custodia de mi hija estaba en juego. Más vergüenza.
 
Y él estuvo feliz de gastar un montón de su herencia para asegurarse de que yo obtuviera tan poco dinero como fuera posible. Finalmente, renuncié a un montón de dinero; más de $100,000 sólo para terminar la batalla. Para este entonces mis tarjetas de crédito estaban al límite y le debía a mi abogado un montón de dinero también.
 
Aquí fue cuando empecé mi Trabajo Espiritual. Me convencí a mi misma de que ahora estaba en el flujo y que se daría rápida y fácilmente como había leído para otros Maestros Espirituales. Los clientes y el dinero simplemente fluirían. ¡Tonta de mí! Aquí fue cuando tuve que enfrentar y despejar más temor y vergüenza. ¡Finalmente estaba lista para mi don especial! ¿Y si nadie lo quería? ¿Y si me hubiera estado engañando a mí misma todos estos años? ¿Y si fracasaba? Tenía tres hijos que mantener y no me quedaban muchos ahorros. Mi hermana, una diplomática exitosa en el servicio exterior y mi única familia, una y otra vez me decía que tenía que conseguirme un trabajo, labrarme mi camino en ascenso y empezar a ahorrar para la jubilación. Ella no quería que terminara como nuestro padre quien más o menos siguió su sueño, al menos siendo un empresario con su propio negocio, pero quedando en la quiebra repetidamente, terminó viviendo del seguro social y murió quebrado. Finalmente, le dije que no le hablaría sobre ese asunto. Nuestra relación estuvo tensa durante bastante tiempo después de eso. 
 
Durante los primeros dos años de hacer mi trabajo de Consejería Intuitiva me sentía como un fraude. Estaba muerta del miedo (¡Siente el temor y hazlo de todos modos!) cuando trabajaba con mis primeros clientes reales que pagaban. ¡Es algo bueno que fueran sesiones telefónicas porque estaba en un lío de sudor nervioso! Al final de cada sesión me sentía como si hubiera fracasado totalmente, convencida de que pedirían que les devolviera su dinero. Gracias a Dios, la retroalimentación que obtuve fue toda positiva. Con el tiempo, empecé a creer que realmente podía hacer esto, ¡que realmente era una Maestra Espiritual!
 
Mi negocio no creció lo suficientemente rápido sin embargo. Llegué a (ja, ja) experimentar mi peor temor. Las tarjetas de crédito llegaron al límite de nuevo y mis ahorros se habían acabado. Acabé como mi padre después de todo, pasando por la quiebra. Fue una experiencia terrorífica e humillante (vergonzosa). Tuve que pedirle prestado dinero a una amistad para pagar mi abogado y otras amistades me ayudaron a cubrir el alquiler y a pagar la comida. Fue muy difícil para mí pedir ayuda y desde luego no podía pedirle a mi hermana, no después de lo que había sucedido.
 
Pero aprendí algo importante. ¡No tienes que ser perfecto para ser un Maestro Espiritual! No tienes que tener el cuerpo perfecto y saludable, las relaciones perfectas, las finanzas perfectas o un hogar inmaculado con una cocina de gourmet con mostradores de granito y electrodomésticos de lujo de acero inoxidable (¡como extraño esa cocina!). De hecho, tener todo eso, ser exitoso dentro del sistema puede mantenerte encerrado en el sistema. Después de todo, si fueras exitoso dentro del sistema, ¿por qué querías liberarte?
 
Y no tienes que ser perfecto en tu Trabajo Espiritual. No tienes que decir o escribir las palabras perfectas, asegurarte de que estás ayudando a otros de la manera adecuada. La sanación y la transformación se dan espontáneamente en un espacio de seguridad y conexión. La seguridad se crea cuando no hay juicio, no hay necesidad de ser perfecto. La conexión, o compenetración se crea cuando estás dispuesto a mostrar tus imperfecciones, ser un tipo normal, exactamente igual a ellos.
 
Si no estás seguro de cuál es tu don(dones), aquí hay una pista. Es algo que es tan natural e inherente en tu naturaleza que ni siquiera te das cuenta que es especial. Puede que pienses que todo todos son como tú y podrías sorprenderte y salir lastimado cuando descubres que no lo son.
 
Mi deseo e intención al escribir esto es animarte a compartir tus dones y convertirte en (más del) Maestro Espiritual que ya eres, de la manera que sea que esa expresión funcione para ti. Las personas están despertando en masa en este momento (Kuthumi dijo que más de 100 millones de personas estarán despertando en los próximos años) y ellos necesitan maestros y mostradores del camino como tú.
 
Mi esperanza es que no tengas que hacer esto solo o entrar tan profundamente en la energía de la sombra como lo hice yo. La clave es estar dispuesto a sentir las emociones para liberar los patrones limitantes. Te animo a  encontrar a alguien (o a más de uno) que pueda sostener ese espacio seguro para ti. Alguien que comprenda cuánto valor se necesita para dar este paso. ¡El mundo te necesita, con todos tus defectos! 

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